miércoles, 27 de junio de 2012


EL  INÚTIL  DESPILFARRO  DE  LAS  DUPLICIDADES ESTADO–CCAA

La falta de un modelo constitucional autonómico y el hecho de que la descentralización de España se haya hecho para contentar a los nacionalistas y a los barones territoriales de los partidos políticos han dado lugar a que resulte un Estado autonómico en el que proliferan las duplicidades o triplicidades, las redundancias y los excesos administrativos, porque se ha generalizado una mentalidad “autonómica” que consiste en asumir la mayor cantidad posible de competencias, porque a más competencias mayor poder, aunque sea necesario endeudarse para ejercer competencias adicionales.

Los políticos gobernantes de las entidades políticas territoriales, comunidades autónomas o ayuntamientos han procurado obtener la mayor cantidad posible de competencias, sin tener en cuenta si ello beneficiaba o no a los ciudadanos y tampoco si podían ejercerlas eficientemente, dados sus recursos disponibles. Finalmente las CCAA se han convertido en voraces mini-Estados que han intentado dotarse de una administración cuasi-estatal, desproporcionada y despilfarradora, en la que abundan las duplicidades.

La concurrencia de administraciones superpuestas (estatal, autonómica, provincial y municipal) es causa de numerosas duplicidades y redundancias. El sistema autonómico existente sufre de falta de coordinación efectiva, que produce duplicidades en la actuación y en su coste, pues han multiplicado por 17 los órganos y entidades de la Administración: 17 Parlamentos, 17 Gobiernos autonómicos, 17 Defensores del Pueblo, 17 Tribunales de Cuentas, 17 Agencias de Protección de Datos, 17 Institutos Meteorológicos, 17 Institutos de Estadística, 17 TVs públicas (algunas de ellas con varios canales) y, en fin, 17 de todo, como un verdadero semi-Estado que se precie. ¡Ah!, y miles de empresas públicas y entes autonómicos; así como órganos representativos para mejorar las relaciones “internacionales”: embajadas y oficinas comerciales y de turismo en el extranjero, amén de oficinas de representación en Madrid y en otras capitales españolas. En 1999, el Gobierno vasco contaba con una única oficina en el exterior (Bruselas). Hoy en día, su red cuenta con ocho embajadas. En los últimos nueve años, el País Vasco ha destinado 27,6 millones de euros a esta política. Lo mismo ocurre también en Cataluña, que cuenta con delegaciones en Alemania, Reino Unido, Nueva York y Francia, para lo que se han destinado, en 2009, 25,9 millones de euros.

Actualmente el grado de descentralización del gasto público en las ruinosas CCAA es mayor en España que en cualquier Estado federal. UPyD estima en 40.000 millones de euros el despilfarro existente como “gasto excesivo”, por la existencia de duplicidades y redundancias. Por mi parte, yo creo que esa estimación se queda corta, y que la verdadera cifra de gasto innecesario por duplicidades sería de unos 50.000 millones. En todo caso, dicha cifra es muy considerable, teniendo en cuenta que, en 2011, las CCAA costaron 86.333 millones de euros, solo en personal y gastos corrientes.

Además, hay que tener en cuenta que, en marzo de 2011, los empleados públicos en las CCAA eran 1.748.160, y que de ellos, solo algo menos de la mitad de esa cifra se explica por el traspaso de competencias. En dos años, en plena crisis económica, el empleo público en las Autonomías —que ha favorecido principalmente a militantes de los partidos y a otros enchufados— ha aumentado en 415.316 personas; en enero de 2009, los empleados públicos sólo eran 1.332.844. Ese aumento se debe a que las administraciones autonómicas han seguido creciendo en ese periodo para poder ocuparse bien de las duplicidades y de las redundancias existentes.

Ante estas cifras un observador extranjero, desconocedor de nuestro singular Estado de las Autonomías, deduciría que en España somos muy ricos, a la vista del aumento de empleados públicos y del coste de las lujosas CCAA, por gastos públicos necesarios y por duplicidades y redundancias. Pues ¡nada de eso! Lo que ocurre es que, los gobernantes autonómicos, si no hay consignación presupuestaria para un gasto importante para ello, acuden inmediatamente a la deuda pública. Efectivamente, la pésima e irresponsable costumbre del endeudamiento se da tanto en las Comunidades gobernadas por el PSOE, como en las del PP y en la nacionalista Cataluña. Todos los partidos políticos tienen el mismo vicio: gastar por encima de lo presupuestado y de las posibilidades. ¡Si al menos lo gastaran bien! Pero, ¡no!: las cuentas de las CC.AA. son escandalosas porque, muchas veces, muestran inútiles despilfarros. ¡Claro!, parece que el dinero que gastan no es de nadie, ni siquiera de los contribuyentes.

El problema es de base. Las CCAA llevan años presupuestando por debajo de lo que gastan en la Sanidad —entre un 15 y 20% menos, según los expertos— y esa diferencia continúa acumulándose. La infra-financiación es el principal problema que aducen la mayoría de las comunidades cuando se les menciona la deuda. Lo que no dicen es que esa infra-financiación se debe a que la prestación de servicios sanitarios es, por economías de escala, por lo menos un 20 % más caro si lo gestionan 17 CCAA que si lo hace directamente la administración del Estado. Por ello, como demostraron S. Alcelay e Y. Gómez, en un artículo publicado en ABC el 2 de abril de 2012, “las Autonomías han doblado el gasto en Sanidad y educación en diez años”. Desde luego, ello no se debe a que han duplicado los servicios sanitarios en diez años, sino al mayor coste de la Sanidad y de la Educación, al prestarlos 17 CCAA en vez del Estado, y también a la existencia de duplicidades y redundancias.

En definitiva, lo que resulta indudable es que nuestro modelo autonómico es muy ruinoso para los ciudadanos, que sufren los recortes sociales, los copagos y los aumentos de impuestos, que son necesarios para reducir la asfixia financiera de las CCAA, que ellas mismas han provocado con sus despilfarros, sus duplicidades y su excesivo endeudamiento.

Pero, ¿existe alguna manera de eliminar las duplicidades Estado-CCAA? Por supuesto que sí; hay varias formas de eliminarlas. La primera, tan obvia como radical, es eliminar las Autonomías, aunque esto tropieza con dos obstáculos enormes: uno, porque la autonomía territorial es un derecho reconocido en la Constitución española y para eliminarla es preciso modificar profundamente la Constitución; otro, porque los partidos mayoritarios y los nacionalistas prefieren mantener las actuales CCAA en vez de refundar el Estado, ya que las Autonomías son una fuente de poder y de puestos de trabajo para la clase política y para los militantes de los partidos políticos. En efecto, las CCAA mantienen a legiones de políticos y de enchufados.

Para eliminar las costosas duplicidades Estado-CCAA hay que proceder por fases. Lo más urgente es revisar la distribución de competencias entre el Estado y las CCAA porque, aunque el modelo previsto en los artículos 148 y 149 de la CE es asumible, la aplicación abusiva de lo previsto en el artículo 150.2, referente a la posibilidad de transferir a las comunidades autónomas facultades de competencia exclusiva del Estado, ha vaciado la Administración del Estado, que actualmente realiza sólo el 21 % del gasto público, por lo que se ha convertido en una administración residual. Por lo tanto, el Estado debe reasumir las competencias exclusivas que le corresponden constitucionalmente, evitando la mayoría de las duplicidades y redundancias existentes. Todos los españoles, independientemente del lugar en que habiten, deben obtener los servicios sociales con un nivel de calidad similar, pero ya sabemos que ciertas comunidades autónomas, como Cataluña, aplican prioritariamente los recortes presupuestarios a la Sanidad y a otros servicios sociales en lugar de hacerlo en asuntos identitarios y en “adelgazar” la administración y las empresas públicas. Además, es indispensable la aprobación de leyes orgánicas que normalicen las autonomías territoriales en un nivel semejante, para que todos los territorios autónomos establezcan techos competenciales.

Antes o después, deberemos entrar en razón y, sea para lograr el bien común o por imposición de Europa —tal vez tras una intervención o rescate de España— ante la insostenibilidad económica del “café para todos”, tendremos que conformarnos con el “café para unos pocos” o, incluso, con ningún café para ninguna comunidad territorial. En todo caso, el “café autonómico” no debe ser atractivo. Y el café se conseguirá cuando sea verdaderamente autofinanciable, es decir, solo con los impuestos de los habitantes de cada territorio autónomo, en vez de ser financiado por el Estado; o sea, por el resto de los españoles, como ahora. ¡Ah!, y cuando digo autofinanciación de la autonomía, quiero decir que sea suficiente para pagar también las amortizaciones y los intereses de la deuda pública de cada comunidad autónoma. Y el “café” se conseguirá asimismo cuando las competencias autonómicas sean pocas, tasadas y no ampliables con transferencias de competencias exclusivas del Estado. En fin, el “café autonómico” será amargo si deja de ser el chollo que es actualmente para los nacionalistas, incluso electoralmente, y pasa a ser un mal negocio. Y, por supuesto, a la comunidad territorial que no le guste esa autonomía, siempre podrá renunciar a ella, para ser igual que las otras comunidades de régimen común. ¡Se trata de dejar de privilegiar las Autonomías!

Por supuesto, los partidos mayoritarios y los nacionalistas persistirán en su actitud de no modificar las Autonomías, aunque saben que conllevan costosas duplicidades y ruinosos despilfarros. ¿Qué podemos hacer entonces los ciudadanos para que PP y PSOE se avengan a eliminar las duplicidades Estado-CCAA, y a reformar profundamente las Autonomías? Pues sencillamente luchar democráticamente contra ellos hasta que cambien de actitud sobre este asunto, lo que exige llevar a cabo, entre otras cosas, las siguientes:
 · Influir en la opinión pública mediante campañas para que sean conscientes de que deben desaparecer esas costosas duplicidades, reformando el Estado de las Autonomías. 
 · Pedir la celebración de un Referéndum sobre duplicidades Estado-CCAA. 
 · Exigir la devolución al Estado de las competencias de Sanidad, Educación y Justicia, así como de otras que se estimen convenientes para evitar duplicidades y redundancias. 
· Votar solo a partidos políticos que propugnen la eliminación de esas duplicidades mediante la reforma del Estado de las Autonomías; o, incluso, la eliminación de las CCAA, tras la necesaria reforma de la Constitución.

© Joaquín Javaloys
    (Junio - 2012)

martes, 5 de junio de 2012


¿LA GENERACIÓN JASP?

· En los años 90 del siglo XX, una conocida marca de automóviles forjó el acrónimo JASP para publicitar el Renault Clio, el modelo de los “jóvenes, aunque sobradamente preparados” (JASP), según rezaba el mensaje publicitario. De este lema surge la etiqueta “generación JASP”, para caracterizar y designar a los jóvenes de principios de los 90. Y los medios de comunicación y ciertos pedagogos y sociólogos empezaron a utilizar este neologismo para designar a la “generación más y mejor formada de la historia de España”. En efecto, se repitió, hasta la saciedad y sin hacer distingos, que los miembros de esa generación eran jóvenes universitarios, con licenciatura(s), máster(s) e idiomas.

· En 2012, veinte años después, la sigla JASP ha desaparecido del lenguaje cotidiano. Sin embargo, muchos de esos “todólogos” que pululan por tertulias radio-televisivas y de esos columnistas que pontifican desde sus columnas-púlpito, así como ciertos pedagogos y sociólogos de vía estrecha, siguen afirmando, sin fundamento, que la juventud española actual es la más y mejor formada en la historia de las Españas. Y  repiten siempre la misma cantinela: poseen licenciatura(s), máster(s), idiomas y, añaden, son unos virtuosos en tecnología de la información y de la comunicación (TIC).

· Los propios jóvenes también se lo creen y hacen alarde de ello poniendo el acento en el infortunio de su situación laboral, siendo detentadores de una formación envidiable y sin igual. Y no dudan en utilizar la ironía para denunciar el estado en el que se encuentran. Para ello, juegan con la polisemia o la metamorfosis de la letra P de la sigla JASP (Jóvenes, Aunque Sobradamente Parados; Jóvenes, Aunque Sobradamente Puteados; Jóvenes, Aunque Sobradamente Pre-Parados (JASPP); Jóvenes, Aunque Sobradamente Hipotecados (JASH);  Jóvenes, Aunque Sobradamente Infravalorados (JASI);… Sin embargo, algunos no se ven tan positivamente y se incluyen, más bien, en la “generación JASI” (Jóvenes, Aunque Sobradamente Idiotizados; Jóvenes, Aunque Sobradamente Indocumentados,…) o en la “generación HASH”, que no es precisamente una sigla.

· La tan cacareada formación de los jóvenes españoles de hoy (los más y mejor formados de la historia de España) es simplemente una leyenda urbana y no resiste el más mínimo análisis. En efecto, se podría afirmar que una pequeña minoría de jóvenes ha adquirido o está adquiriendo una sólida, esmerada, cuidada y funcional formación. Ahora bien, no creo que se pueda predicar lo mismo de la gran mayoría de ellos. Los datos son tozudos y están ahí para ratificarlo. Sin ánimo de ser exhaustivo, he aquí algunas cifras que permiten poner los puntos sobre las íes, en relación con la afirmación gratuita de que los jóvenes españoles de hoy son “la generación más y mejor formada de la historia de España”.

· En la enseñanza secundaria obligatoria (ESO), el 26%  de los jóvenes no terminan la escolaridad obligatoria y no consiguen la titulación básica. Además, el 28,4% de los que obtienen el título de Secundaria abandonan definitivamente el sistema educativo a los 16 años, sin ninguna formación profesional. Por otro lado, el 36% de estos alumnos son repetidores. Y, finalmente, reciben muchas menos horas de clase de matemáticas y lengua, dos aprendizajes fundamentales, que los alumnos de los otros países de la UE. Sólo con estos datos, podemos constatar que la mayoría de los jóvenes españoles (un 63,3%)  o no ha terminado la ESO o ha sido repetidor o no ha ido más allá de la ESO;  y, además, todos los alumnos de la ESO han recibido una formación deficiente en dos aprendizajes instrumentales básicos. Con estas alforjas no se puede ir muy lejos, ni tampoco a la universidad; con este equipaje sólo se puede llegar a trabajos, que no demandan mucha materia gris (construcción y sector servicios).

· Sólo el 35,7% de los jóvenes de 16 años continúa los estudios: una minoría se decanta por la FP de Grado Medio, tradicionalmente desprestigiada y minusvalorada; y la gran mayoría por el Bachillerato, que conduce a la Universidad. Ahora bien, la enseñanza universitaria tampoco es para tirar cohetes: ninguna universidad española está entre las 150 mejores del mundo; el 30% de los alumnos abandonan sus estudios universitarios; en primer año de universidad, son muy numerosos los alumnos que no se presentan a los exámenes o que suspenden muchas asignaturas o que cambian de estudios; por otro lado, sólo el 33% obtiene un título sin repetir curso.

· Estos datos denotan que los nuevos estudiantes universitarios llegan desorientados y  sin la formación básica para sacar provecho de la enseñanza universitaria (Blog Faneca). Y esto constituye un derroche de recursos inaceptable, que pone en entredicho las pruebas de acceso a la universidad (PAU). Ahora bien, siendo grave, lo preocupante no son las lagunas con las que llegan a la universidad los bachilleres, sino la mentalidad con la que llegan. Están obsesionados con aprobar, con terminar lo antes posible y con acumular el mayor número posible de títulos; luego, pasa lo que pasa: “Y, a parte del doctorado en derecho, en empresariales, en biología, en telecomunicaciones y en bellas artes, ¿qué sabe usted hacer?”, verba que El Roto (2011) pone en boca de un empresario. Por eso, ¿qué futuro espera a los neófitos diplomados, víctimas de la titulitis? La respuesta la tenemos en un graffiti reciente, que reza así: “Si acabas la carrera en España, tienes tres salidas: por tierra, mar y aire”. Además, están obsesionados con poner numerosas lenguas en sus abanicos lingüísticos y luego les pasa lo que a un personaje de J.L. Borges, que “se manejaba con fluidez e ignorancia en diversas lenguas”.

· Este comportamiento puede parecer lógico, si tenemos en cuenta la mentalidad de los jóvenes, pero no es razonable. Éstos no se dan cuenta ni quieren enterarse de que lo importante es formarse y aprender; aprender a aprender; fajarse con el estudio; invertir tiempo, energía, esfuerzo, dedicación, sudor y lágrimas en su formación. “Ni casas ni coches ni…: invierta en usted mismo, en aprender”, aconseja Joichi Ito. Por eso, se puede afirmar que muchos de los mal llamados JASP actuales se parecen más a cigarras jaraneras que a hormigas hacendosas; y que padecen el “síndrome de Oblómov”, personaje de una novela de Goncharov, prototipo de personaje gandul, dedicado a pensar en las musarañas y en el “dolce far niente”.


© Manuel I. Cabezas González
30 de mayo de 2012 
Publicado en La Voz de Barcelona, Cerdanyola.Info, periodicoelbuscador.com, Tot Cerdanyola nº 1.252 y Bierzo7, nº 1.447.